Vuelve. Aunque te hayas ido. Vuelve a mostrarme tus sonrisas, vuelve a enseñarme tus tristezas.
Vuelve. Te echo de menos. Vuelve a mostrarte humilde, cariñosa, vuelve a enseñarme tal y como eres. Lo echo de menos.
Vuelve. Por muy lejos que hayas huido, por mucho que hayas cambiado. Estoy tan segura de que no ha podido ser de la noche a la mañana. Estoy tan segura de que en el fondo sabes quién eres.
Vuelve a hacerme sentir tranquila, en paz, sin preocupaciones. Vuelve a comprenderme como antes lo hacías. Vuelve a mirarme con humildad. Pero vuelve, no me importa lo que tardes, te echo tanto de menos.
Vuelve a abrirme el corazón como lo hacías, que no te importe lo que digan, vuelve a no dudar, a no sentirte atacada. Vuelve a sentirte amada. Vuelve a cogerme de la mano, a darme un fuerte abrazo. Vuelve a llamarme en un mal día.
Vuelve, por favor, aunque yo me llegue a olvidar de ti, te será fácil hacerme recordarte. Vuelve. Fuiste tanto en mí que marcaste un antes y un después. Lo prometo.
Te miro y, como si te hubieras cambiado de nombre, de gustos, de pasado, como si fueses una extraña para mí, parece que vivo en mis recuerdos. Eso es casi de lo que alimento mi presente.
Vuelve, porque tiendo a poner en tiempo presente los «malos pensamientos» de La Fuga. Fuiste y lo importante ha sido eso, que es pasado aunque me quejo.
Sí, «fuiste», pero vuelve para que vuelvas a «ser». Para que llenes mis días de presente y de futuro.
Vuelve, para que un día pueda decirte, que hace tiempo escribí esto para ti. Mi particular rezo, mi particular deseo.
Te quiero (de vuelta).
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